"Estúpida importancia".
Perfecto.
¡Si hasta puedo ver esos rostros adustos de
intelectuales
sin fantasías, ofendiéndose ante molinos de
viento!
Ridículo.
¿Qué tiene de malo reconocer las
influencias que Indiana Jones pueda haber tenido en nuestras
elecciones profesionales? ¿Qué pecado
imperdonable cometemos al soñar, de tanto de tanto, con
ponernos un sombrero fedora de ala ancha y un látigo
imaginario en la cintura? Ninguno. Siempre que seamos concientes
de que el trabajo del
arqueólogo y del historiador se alejan bastante del que
practica Indy en las películas.
Por otro lado, mirando con detenimiento los cuatro
filmes, y considerando la época en que transcurren las
aventuras, podría decirse que las prácticas
depredatorias que Indy comete en algunos yacimientos
arqueológicos (como en las primeras escenas de Los
Cazadores del Arca Perdida) eran más comunes ayer
que hoy; al menos oficialmente hablando.
Pero por otro lado, su intensión por conservar el
patrimonio
material de los pueblos en museos, lo redime un poco de su
vandalismo inicial. De seguro, si Indy
viviera en nuestros días sería un ferviente
defensor de las leyes que
protegen el patrimonio histórico y arqueológico de
los países. Pero su época es otra y
cometeríamos el pecado del anacronismo si
pretendiéramos que el personaje se comportara en las
décadas del 1930, 1940 y 1950, como si su profesión
estuviera enmarcada por las leyes actuales.
Indy es el producto de su
tiempo; con
los aciertos, errores y contradicciones de cualquier hombre
dedicado a rescatar los restos del pasado en aquellos
días.
Además, si nos limitamos a lo que muestran los
filmes, Jones es más un "explorador arqueológico"
que a un arqueólogo en el sentido estricto del
término. En ninguna de las cuatro películas lo
vemos excavando metódicamente un yacimiento. Para
él, el contexto en el que se encuentra la pieza que busca
no cuenta. No importa destruir un templo entero si el resultado
es rescatar una estatuilla de oro; o romper
a mazazos el mármol centenario del piso de una iglesia
bizantina, cuando se trata de encontrar el pasaje que conduce a
la tumba secreta de un caballero cruzado de la Edad Media.
Pero aunque parezca mentira, esas
atrocidades se han cometido en la realidad y nadie protestaba,
siempre y cuando el resultado fuera tener las vitrinas llenas de
objetos, en lujosos museos metropolitanos.
Pero todo eso está cambiando,
afortunadamente.
Las leyes protectoras del patrimonio indican que los
artefactos antiguos, encontrados en el subsuelo de un
país, pertenecen y son propiedad
inalienable de ese país. Aún así el
tráfico de antigüedades constituye el tercer negocio
ilegal más importante del mundo, después de
las drogas y
las armas. Por otra
parte, Indiana Jones era menos hipócrita que muchos
arqueólogos actuales del primer mundo que, aún
existiendo legislaciones que lo prohíben, siguen
llevándose objetos a sus países de origen. Indy no
puede ser juzgado por leyes que por entonces no existían.
Los últimos, sí.
Hasta la década de 1960 la arqueología no dispuso de un cuerpo
teórico establecido y por lo tanto el interés
por la interpretación es algo bastante nuevo. La
disciplina
pasó por una etapa en la que los datos se
recogían sin ninguna razón concreta o con la
esperanza de que en el futuro se sabría lo suficiente a
partir de ellos y se podrían formular cuestiones
teóricas convenientes. Durante mucho tiempo no
existió la conciencia de que
los restos materiales del
pasado pudieran servir para probar las especulaciones sobre el
origen y organización de las comunidades humanas. El
interés por los objetos era mero coleccionismo. Es
así cómo nació en Europa, durante
los siglos XVII y XVIII, lo que hoy llamados arqueología;
que, de hecho, está actualmente desligada de
coleccionismo.
DESLICES
De todas las películas de la saga, El Reino de
la Calavera de Cristal es sin duda la más
controvertida; no tanto por las actitudes
"huaqueras" que Indy pueda haber mostrado (en mucho menor medida
que en los filmes anteriores), sino por el tono general de la
trama y el enfoque lleno de errores que se plantean respecto de
América
Latina.
El ex-rector e historiador peruano de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, Manuel Burga, fue taxativo al
declarar lo siguiente:
"Faltó asesoramiento técnico porque hay
muchos detalles incorrectos, aunque se trate de ficción.
Eso va a ser perjudicial para mucha gente que no conoce nuestro
país, pues muestra un
escenario peruano que no es el real. No es posible que se
confunda la Amazonia con la selva de Yucatán en México.
Debía haber especialistas que investiguen previamente
antes de elaborar el guión".
De todas maneras, Burga ha sido el menos virulento a la
hora de denostar el accionar de Indy y sus "progenitores
(Spielberg y Lucas). Muchos otros dejaron destilar su veneno e
ira, y guiados por una línea nacionalista, que no conoce
de "licencias artística", han hecho referencia a la
total falta de respeto por el
Perú que el film expresa; intoxicando y tergiversando la
historia antigua
y contemporánea del querido país sudamericano.
Según éstos, el film se ensañaría con
el pauperismo y subdesarrollo
de la
república andina, transmitiendo una imagen
estereotipada, en la que las gallinas y los pollos deambulan por
las calles, teniendo como música de fondo
rancheras mexicanas que nada tienen que ver con el país en
el que transcurre la aventura. Por otro lado, los errores
geográficos también son destacados. Todo el mundo
medianamente ilustrado sabe que las líneas de Nazca (sitio
en el que transcurre parte de la trama) no están en Cusco
(ubicado en la zona de la sierra), sino en el desierto costero,
bañado por el océano Pacífico. Por otro
lado, tampoco hay pirámides de clara factura maya
en las selvas de Iquitos, ni cataratas hawaianas en el Amazonas.
Además, el retrato de Orellana, que Indy muestra en un
segmento del film, no corresponde al de ese conquistador español,
sino al de Francisco Pizarro.
¡Craso error, doctor Jones!
Pero la lista no termina allí.
Los críticos también hacen referencia a
una realidad que se desliza, sin ser muy advertida: según
la película, el Perú aparece caracterizado como un
país sin autoridad
soberana, en el que una atajo de rusos comunistas instalan (fuera
del alcance del Estado) un
campamento para disponer a su antojo de las selva y de las ruinas
allí escondidas. No quisiera ser abogado del diablo
pero el film se inicia con ese mismo comando soviético
entrando en una instalación supersecreta de los Estados Unidos y,
que yo sepa, nadie tiró la bronca diciendo que el
país del norte carece de soberanía. Por otro lado, debo ser sincero
conmigo mismo y decir que —por tener conocimiento
directo de la realidad selvática de
Sudamérica— hay que convenir que la fuerza del
gobierno,
más allá de los límites de
la selva, es en verdad reducida. Inexistente, casi ausente; y eso
bien lo sufren centenares de colonos que están librados a
su suerte en parajes semejantes a los del film. Y esto no
sólo pasa en Perú.
Los miembros del Partido Comunista de San Petersburgo
también han levantado sus voces en
contra del famoso arqueólogo de la ficción.
Sostienen que el film "está lleno de mentiras que
fomentan un sentimiento de idolatría por EE.UU.,
promoviendo el saqueo de bienes
culturales y dando una imagen falsa de la política exterior de
la URSS durante los años ’50". Según
ellos, todo esto no sería otra cosa que una nueva
campaña antisoviética (¿no suena medio
anacrónico?).
¿Por qué se dejaron deslizar tantos
errores?
¿Es Indiana Jones y el Reino de la Calavera
de Cristal un eslabón más de la
conspiración mundial yanqui por derretirnos el cerebro y
controlarnos?
Creo que no. Ellos tienen otros métodos.
Más sutiles, mas efectivos. No tan evidentes.
De todas maneras, puede que haya varias respuestas a
estas cuestiones. Y es a lo que quiero referirme en los
párrafos que siguen.
PERSPECTIVAS
Una primera posibilidad sería continuar la
línea argumental arriba señalada: los errores
están fundados en la ignorancia pura y llana de unos
gringos semianalfabetos que confunden a la Argentina con Brasil, al
Perú con México y siguen pensado que en estas
latitudes continuamos siendo indios semidesnudos boleando
ñandúes en las pampas y pateando plumíferos
animales con
cada paso que damos. Desde este punto de vista, sería el
desconocimiento de la realidad histórica de América
Latina la responsable de lo que se observa en el film; y que lo
que se advertiría no es otra cosa que una
subestimación de lo latino y una estereotipada imagen del
subdesarrollo.
Algo de verdad hay en todo eso. Pero creo que es una
exageración apuntar todos los dardos contra Indy ya que ha
sido una "mala costumbre" que venimos soportando desde los
días en que Maxwell Smart (El Superagente
86) practicaba espionaje en una Sudamérica de
aspecto mexicano en todas sus latitudes y repleta de nazis
fugitivos.
La segunda posibilidad podría sostenerse con el
siguiente argumento: La América Latina de Indiana Jones no
es otra cosa que una reconstrucción "libre y ficticia" de
una realidad histórica y geográfica que no pretende
dar cátedra sino, únicamente,
entretener.
Ya he sostenido en otro trabajo que no
debemos confundir la ficción con la realidad y que lo que
Indy hace no es ciencia sino
cine.
Quizá se le podría reprochar al director no haber
inventado algún país imaginario, evitando
así tocar susceptibilidades (recurso que Hergé
utilizó copiosamente en sus archifamosas Aventuras
de Tintín). Seguramente, una republiqueta bananera
salida de la imaginación del guionista habría
traído muchos menos problemas y
espíritus ofendidos.
La tercera posibilidad es quizás la más
condescendiente de todas. En ella la explicación consiste
por comprender la época en que la película
está ambientada. El año es 1957 y lo que la trama
intentaría reflejar son los prejuicios que por entonces
existían sobre Latinoamérica. Si es así, para ser
sincero, bastante poco es lo que ha cambiado esa visión de
las cosas.
En cuarto lugar nos encontramos con una
argumentación que podría llegar a convencer a
más de uno. El film, al haber sido hecho siguiendo el
estilo de los seriales cinematográficos de las
décadas de 1940 y 1950, respeta los lineamientos de la
época y recaptura los estereotipos que esas producciones
clase B transmitían a nuestros padres; en donde una
visión maniquea de las cosas, daba paso a dos bandos bien
definidos: el de los "buenos" y el de los "malos", de una manera
casi caricaturesca. De la misma forma la explotación de lo
exótico y misterioso, llevaría a "modificar" la
realidad latinoamericana para volverla más acorde al
clima de
aventuras que se pretende transmitir.
No hay que olvidar que El Reino de la Calavera de
Cristal está ambientada en plena Guerra
Fría y que la estigmatización —a uno y
otro lado de la Cortina de Hierro—
era algo corriente cuando se refería al enemigo. Un mundo
dividido y con miedo a la guerra
atómica no solía ver los logros del "Otro" (por
ejemplo los satélites
soviéticos lanzados al espacio) como avances
científicos en pro de la humanidad, sino como una amenaza
peligrosa. Por lo tanto, cualquier otra aproximación a la
problemática estaría empapada de cierto
anacronismo, en especial las más críticas, que
trasladan a 1957 un clima ideológico impropio de aquellos
días. La protesta proveniente del partido comunista ruso,
que como hemos dicho antes parte de una supuesta "ola
antisoviética", se encuadraría dentro de esta
línea.
Lo mismo sucede con el tema de la intervención
extraterrestre. No hay que olvidar que la "problemática
OVNI" estaba vigente por entonces y que el imaginario
norteamericano de "Guerra Fría" había alimentado la
moderna leyenda urbana de la infiltración
alienígena entre los seres humanos. El archifamoso Caso
Roswell de 1947 —al que se alude directamente en el
film— sería un claro ejemplo de todo
ello.
HOMBRECITOS
VERDES
En mi opinión, este es el tema más
espinoso de toda la película.
Considerar, indirectamente, que las culturas
precolombinas fueron incapaces de desarrollarse sin la ayuda de
seres de otros planetas se
inscribe dentro de una larga tradición imperialista que
arranca en el siglo XIX con las leyendas de
tribus blancas enquistadas en las selvas sudamericanas.
Según esta visión —que la Ahnenerbe de
Himmler defendió en su delirio racista por justificar la
presencia de arios en la historia antigua de diversas partes del
mundo— una "raza superior" habría sido la
responsable de las altas culturas surgidas hace siglos fuera del
ámbito "culto" de Europa. De ese modo, los moais de la
isla de Pascua; las líneas de Nazca, en el Perú;
las pirámides de Egipto; las
construcciones megalíticas del norte de Europa y el
Pacífico; la arquitectura
incaica o las centenarias ruinas del centro ceremonial de
Tiahuanaco, en Bolivia
—por citar unas pocas— no serían otra cosa que
los misteriosos (y mal interpretados) vestigios del paso de
extraterrestre por la Tierra,
hace miles de años.
En La calavera de Cristal, la ciudad
perdida de Akator —que Indy y los soviéticos buscan
incansablemente— es un producto extraterrestre; y la
deformación craneana que los aborígenes se
realizaban —alargándose las cabezas—
tenía como meta imitar los cráneos de los
"dioses".
La temática de las cabezas alargadas no es otra
cosa que una interpretación libre de las teorías
evolucionistas en boga desde que Darwin
publicó su La Evolución de las Especies, en 1859.
Según el imaginario, el cerebro, tras una larga
evolución, crecería de volumen, lo que
provocaría la expansión de la caja craneana. El
desarrollo de
la inteligencia
supliría al esfuerzo físico reduciendo el papel de
los demás órganos. Finalmente el hombre
llegaría a ser sólo una gran cabeza. He aquí
el hombre del mañana… que, de hecho, es el
extraterrestre de las fantasías urbanas de hoy.
¿Es que los filmes de Indiana Jones terminaron
absorbiendo el mensaje racista de aquellos a los que tanto odiaba
y combatió su personaje principal, en las películas
anteriores?
Me parece que todo esto es forzar demasiado las cosas.
La última aventura de Indy es ante todo, y por sobre todo,
un hecho de ficción, una aventura, puro entretenimiento, y
no un ensayo de
historia o arqueología alternativa. Estamos hablando de un
personaje literario. Nunca olvidemos eso. Aquí no
debatimos a partir de un texto o de un
documental que pretenda ser científico. Adoptar una mirada
tan crítica
y dura sobre un tema que desde el principio sabemos es pura
"mentira", ¿no es encabalgarnos en las mismas
teorías conspirativas que pretendemos combatir y
denostar?
En lo personal, me
hubiera asesorado mejor históricamente de haber sido el
autor del guión (como sostiene Manuel Burga) y
habría respetado un poco más la realidad
histórica del mundo precolombino, sin acudir a
extraterrestres y sí a un poder
autóctono que, a la postre, resultaría tan
misterioso y trepidante como la llegada de hombrecitos verdes del
espacio exterior (o de otras dimensiones).
Pero el lugar común en el que cayeron los
guionistas del film no deja de ser interesante, puesto que
explota un imaginario muy difundido a mediados del siglo XX. Tan
difundido que de las páginas de los libros y
revistas de la New Age han
pasado a esa realidad alternativa tan propia de los
apóstoles del delirio.
PALABRAS
FINALES
Las acusaciones son duras y seguirán
siéndolo por algún tiempo.
Indiana Jones es caratulado de huaquero, imperialista,
racista, promotor de mentiras, abanderado de la soberbia yanqui,
violento y "destructor de imperios". Un encubridor, más
que un descubridor. Un representante de la violencia. Un
compendio de injusticias e hipocresía.
De este modo, Indy parecería sintetizar todos los
males del siglo XX.
Y como símbolo no estaría nada
mal.
Pero también está el lado positivo del
famoso arqueólogo; una faceta que sus admiradores no dejan
de destacar. Así, para millones, Indy encarna la imagen
del aventurero romántico; la del amigo leal, el
intelectual de reconocimiento; el humanista; al espíritu
libre y nómada del individualismo con deberes; al
demócrata trotamundos, que lucha contra dictaduras de
derecha y de izquierda; el tipo inteligente, simpático,
resistente y persistente. En pocas palabras, una persona que
despierta amores y odios, apoyo y desprecio, tolerancia e
intransigencia. Por eso no pasa desapercibido y ha terminado
convirtiéndose en un icono de la cultura
popular.
Con sus grandezas y miserias Indy nos muestra que todos
somos ángeles y demonios; que el corazón de
las tinieblas está dentro nuestro y que las obsesiones,
alimentadas por la fe en concretar los proyectos
planeados, en lo que hace que la vida tenga sentido.
Indiana Jones vino al mundo para entretenernos. Si
queremos historia y arqueología real, no vayamos al cine a
buscarlas. Ellas permanecen en los estantes de nuestras bibliotecas.
Autor:
Fernando Jorge Soto Roland
Profesor en Historia
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